René Guénon y la cosmovisión tradicional --- Política para antimodernos ...

René Guénon y la cosmovisión tradicional



Conversamos con el erudito guatemalteco Jhonatan Rodas acerca de la figura de René Guénon, uno de los pensadores más profundos del siglo XX y, quizás, el filósofo tradicional más importante de la Modernidad. En este cuarto capítulo de nuestra serie "Política para antimodernos" presentamos, pues, las líneas biográficas y teológicas fundamentales para acercarnos a la cosmovisión del autor de El reino de la cantidad y el signo de los tiempos. El gran analista de la actual crisis del mundo moderno. "En el fondo, dicha diatriba no es sino la traslación a términos más amplios de una cuestión casi epistolar entre dos amigos, naturalmente el uno alumno del otro: René Guénon (1886-1951) y Julius Evola. Guénon, como es sabido, concebía su particular versión del Kali-Yuga o Edad del Hierro hindú de manera un tanto determinista y por ende contraria a la acción: nada tiene solución y, por lo tanto, sólo tiene sentido ingresar dentro de una de las vertientes de la Tradición Sapiencial para buscar la iluminación, a la espera de la Apokalypsis. Su paso del catolicismo, que siempre defendió (aunque Evola apunta a una cierta impostura pública que habría manifestado privadamente Guénon en una carta enviada desde El Cairo), al islam resulta elocuente en ese sentido: hoy en día, no lo olvidemos, el islam es la gran amenaza demográfica que se cierne sobre la cultura europea. Guénon era un sacerdote dedicado a la contemplación. Por su parte, Évola concebía una “vía de la acción” o “vía del guerrero” encuadrada dentro de la “vía de la mano izquierda” (“vāmāchāra”, en sánscrito) donde un renacer europeo aún es posible porque las consecuencias derivadas de la Edad del Hierro o Edad del Lobo eran atenuables si bien imposibles de revertir en términos absolutos. Se trata de “cabalgar el tigre” y de “tomar el cielo por asalto". En los primeros momentos de su vida, René Guénon fue cristiano. A partir de 1907 ingresó en la masonería, si bien siempre defendió la masonería operativa/profesional (católica, con integrantes tan destacables como el conde Joseph de Maistre) de corte habsbúrgico frente a la masonería especulativa/ideológica (protestante, con integrantes tan destacables como el ministro Manuel Azaña) derivada del mundo anglosajón y la Constituciones de Anderson en 1777. El modelo especulativo tendría su manifestación filosófica en Kant y un equivalente artístico sería el de Goethe o Mozart; frente a esta concepción resaltaría, esencialmente, el Barroco hispánico de la Contra-Reforma y, más adelante, la ecúmene austrohúngara del fin de siècle mitteleuropeo. Posteriormente, al trasladarse a El Cairo y casarse por segunda vez tras quedar viudo, Guénon se convirtió al islam: más concretamente, ingresó en el sufismo. En cambio, Julius Evola fue toda su vida un neo-pagano muy crítico con el cristianismo dada su influencia nietzscheana. Lo único que salvaba de la religión de Cristo era a la Órden del Temple y ciertos rasgos medievales relacionados con el estilo de vida castrense. En lo demás, consideraba que las religiones eran vías exhaustas que ya no servían como bastiones de resistencia frente a la Modernidad. En cierto sentido, se anticipó a la actual conversión de las grandes religiones en ONGs consagradas a la difusión de la moralina para tiempos de masificación social: algo extensible a la propia Masonería y que, en buena medida, es consecuencia de la Reforma luterana con su reducción de lo sacro a algo meramente moral. Guénon, de alguna forma, se quedó enclavado dentro de una cosmovisión hindú mientras que, sin desdeñar ni mucho menos dicha vía, Evola supo entender la aparición del budismo, partiendo del shatriya que la fundó, Gautama Siddharta, el paso de una cultura sacerdotal a una cultura guerrera. La posición de Evola tiene coincidencias, en cierto sentido y a pesar de las puntualizaciones que se quieran hacer, con la adoptada por otro de los grandes teóricos del Kali-Yuga como lo fue Alain Daniélou: “He acabado constatando que no puedo comunicar con personas que mantienen cualquier tipo de fe, tanto religiosa, política como artística. Estoy demasiado acostumbrado a una actitud abierta, siempre dispuesto a cuestionarlo todo, ya se trate de mitos, de moral, de la sociedad o de la ciencia. Me siento cómodo con la gente que, al menos en el plano del pensamiento, carece fundamentalmente de principios y de tabúes”. A diferencia del claramente enmarcado Guénon, Évola fue aquello que Dugin ha denominado como un “tradicionalista sin tradición”. Alguien que se encuentra separado del mundo exterior, de todo lo que no compone su “Yo Absoluto”. Una síntesis perfecta entre el sacerdote entregado a la contemplación (brahmán) y el guerrero conminado a la acción (kshatriya): alguien capaz de erigir un Templo inexpugnable como un castillo en su interior." 
 
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