Fundamentos del transhumanismo y claves para su refutación


Fundamentos del transhumanismo y claves para su refutación 

Volvemos a encontrarnos con Pablo Dávoli para hablar, en esta ocasión, acerca de los fundamentos del transhumanismo y algunas claves esenciales para su refutación. Profundizando en la vinculación esotérica, en las conexiones con la Segunda Guerra Mundial, en las raíces del propio Renacimiento y en sus delirios más actuales. Paralelamente, proponemos para los espectadores del canal una primera inmersión en la ópera prima de Guillermo Mas Arellano, La traición de los europeos, presentando una parte de su ambicioso contenido que nos habla de "la ideología de los tecnócratas" y de la "tecnopolítica". Más información sobre la obra: https://amzn.eu/d/fE7FbqJ 

Para entender la alianza entre poderosos capitalistas que bajo sus labores filantrópicas imponen un imperialismo global de oligarcas acaudalados y la hegemonía cultural progresista diseminada en medios de comunicación (televisiones, periódicos, redes sociales, “verificadores”, etcétera) y mafias artísticas (galerías, museos, editoriales, productoras cinematográficas, etcétera), hay que ir al fondo de sus ideas y al origen de su efigie contemporánea. Así, el término “contracultura” fue postulado por el estudioso del cine y experto en gnosticismo —como acredita su impresionante novela Parpadeo (Flicker)—, Theodore Roszak, mediante la publicación en el significativo año de 1968 de un texto fundacional conocido en español como El nacimiento de una contracultura. En el fondo toda la cultura moderna ha sido una contracultura en cuanto que siempre se ha legitimado sobre la cancelación de los valores tradicionales: la familia, la religión, la comunidad; sin embargo, la contracultura es el grado extremo de la modernidad en su legitimación antitradicional radical. 

Después de la revolución religiosa de Lutero, la filosófica de Descartes, la astronómica de Copérnico y Galileo, la material de Darwin, Mendel y Servet, la racional de Kant, la “de la sospecha” de Marx, Freud y Nietzsche, la industrial de la evolución de la técnica y la sexual de Mayo del 68; llega una síntesis de todas las anteriores surgida en la Costa Oeste de los Estados Unidos y, más concretamente, en California. Solo el transhumanismo podrá dar un paso más en la negación de la realidad y de la propia condición humana: como humanismo ateo y, en definitva, como antihumanismo. La jugada maestra consistía en proponer una revolución sexual que, gracias a la incorporación de la mujer al mundo laboral y la legalización de los preservativos permitiera atomizar la familia tradicional y convertir a la mitad de la población mundial en una mano de obra esclava —al estilo postindustrial, mucho más rentable, por cierto, que el modelo previo donde el esclavista mantenía al siervo: en el mundo moderno es el Estado el que realiza esa labor gracias a un dinero que arrebata al propio trabajador: sencillamente brillante— asalariada al tiempo de en una vasta horda consumista y hedonista. 

La otra mitad de la jugada consistía en apropiarse de toda disidencia posible al modelo tecnocrático de sociedad de consumo que terminaba de homogeneizar todo el orbe sin excepción según el american way of life, imponiendo un pensamiento único a escala global por primera vez en la historia. Esa disidencia no era exactamente controlada pero sí perfectamente asimilable en, por ejemplo, el uso de la droga como vía de escape de la realidad por parte de esos mismos trabajadores explotados en el mundo empresarial y consumidos por la creciente presencia estatal. ¿Recuerdan el “soma” o droga de la felicidad de Un mundo feliz? Eso era el hippismo del que hoy todos somos hijos. Y, hoy mismo, no podemos olvidar la tremenda inversión de George Soros en la legalización de las drogas que, poco a poco, se va imponiendo en países como Uruguay o en estados como —¿casualidad?— California." 

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