Hacer Europa a través de la cultura y el conocimiento
Robert Steuckers
Merci à Carlos X. Blanco d'avoir traduit récemment ce texte déjà très ancien mais qui semble toujours avoir de la pertinence pour ses lecteurs actuels. Et de l'avoir accueilli sur son excellent site: https://nacionalismuasturianu.blogspot.com/2020/03/hacer-europa-traves-de-la-cultura-y-el.html
Europa - Los valores y
las raíces profundas de Europa, Capítulo IX; Hacer Europa a través de la cultura y el
conocimiento, págs. 195-199, publicado por Bios
Para salir de esta paradoja, de
este callejón sin salida, Europa debería poder apostar por la cultura, por las universidades,
por el retorno a las raíces comunes de nuestra civilización y luego, en una
segunda etapa, dotarse de un arma militar y diplomática común para imponerse
como un bloque en la escena internacional.
Las funciones
legales-sacerdotales y militares-defensivas son las que están mejor capacitadas
para hacer Europa de forma rápida, barata y sin burocracia. La función
económica es, por definición, una función llamada a gestionar una diversidad
siempre cambiante, sujeta a riesgos naturales, climatológicos, económicos y
circunstanciales: querer armonizar y homogeneizar esta función a toda costa es
una verdadera tarea de Sísifo. Algo que nunca podrá ser superado. Las funciones
jurídico-administrativas, la defensa e ilustración de un patrimonio cultural a
escala de una civilización, la formación de una casta de diplomáticos capaces
de comprender el destino global del continente, la elaboración de un derecho
constitucional que respete las realidades locales sin dejar de lado las
tradiciones europeas de federalismo y subsidiariedad, la formación de oficiales
que entiendan que las guerras intereuropeas sólo pueden conducir a una
carnicería innecesaria, la creación de una marina y una red de satélites
militares y civiles son tareas que apuntan a largo plazo. Y que puede suscitar
entusiasmo pero no desprecio, porque todo lo que es procesal y administrativo,
demasiado gerencial a secas, suscita desprecio...
Es con este conjunto de
principios en mente que el texto de reflexión fundamental que acaba de publicar
el embajador de la República Checa en Bonn, Jiri Grusa, debe ser leído e
interpretado. Comienza lamentando, como nosotros, que la cultura siga siendo la
pariente pobre de la integración europea, lo que se explica, en términos
obviamente atenuados y diplomáticos, por el hecho de que la idea misma de la
integración europea se ha convertido ahora en una idea exclusivamente
occidental, es decir, una idea pura, yo diría incluso purificada, racionalista,
cartesiana (la ideología del "cuerpo sin sombras", como dice Serge Le
Diraison). A pesar del "Erasmus" y otros proyectos, la práctica de la
integración europea, sugerida en Praga, Varsovia, Liubliana, Zagreb, etc., aún
no se ha puesto en práctica. Es una práctica puramente económica e
ideológicamente "burguesa", que no es el resultado de un Bildungsbürgertum [ciudadanía formada] cultivado
y humanista, sino de una burguesía que ha "neutralizado" los impulsos
culturales, políticos y religiosos para dar cabida al cálculo y a la
acumulación de beneficios económicos. Jiri Grusa aboga así por una política
cultural europea, pues -de lo contrario- el espacio cultural se convertirá
inevitablemente en la zona de reclutamiento de la "resistencia
política" que podría adoptar la forma de neo-mesianismo de izquierdas o de
fundamentalismo identitario (o, si se incrementa con una buena dosis de
ecología, ¡las dos cosas al mismo tiempo!). En vista de la revuelta de los
maestros y la deconstrucción sistemática de las redes escolares en la Bélgica
francófona en particular, este alegato no es una retórica vacía. Después del
colapso de las instituciones culturales en Europa del Este y Rusia, cuando el
apoyo estatal a los artistas creativos, a los museos y a los tipos de educación
fundamentales y no rentables (filología, lingüística comparativa, literatura,
arqueología, historia del arte, etc.) dio paso al culto demencial de la
economía y el lucro, Europa parece haber regresado al lado más oscuro de su
alma: la hybris, la desmesura.
Para Jiri Grusa, la protección de
la cultura europea requiere el abandono definitivo de los resortes conceptuales
del "fundamentalismo occidental" (u "occidentalismo" como
diría Zinoviev). Jiri Grusa habla más precisamente de "ideas que han
sumido al continente en la miseria". "Estas "ideas" son las
que pretenden reflejar una "verdad única", como fue el caso de la
ideología del "socialismo real" en la actual Europa poscomunista. O
como ocurre hoy en día con el occidentalismo más radical, que es
particularmente desenfrenado en París tras los hitos establecidos hace casi
veinte años por Bernard-Henri Lévy, Guy Konopnicki, etc. Hace unos diez años,
este profetismo occidental se reforzó considerablemente, pasando del panfleto
pronunciado en forma histérica al catálogo documental de lo que no se debe o ya
no se debe pensar: este catálogo se basaba enteramente en la refutación del
nietzscheismo y del heideggerismo, propia del mayo del 68, emprendida por Luc
Ferry y Alain Renaut; flanqueaba el alegato de Ferry en favor de un
individualismo jurídico y económico absolutos. Contra todas las tradiciones de
Europa Central, es esta ideología, despojada de todo reflejo comunitario, de
toda voluntad de fraternidad y de todo interés por los asuntos culturales, la
que los institutos occidentales, en particular los franceses, tratan de imponer
en Europa Central y Oriental.
Jiri Crusa no es obviamente un
nacionalista, ni en el sentido francés ni en el alemán del término. Es un
ciudadano de esta Mitteleuropa donde
el alemán y el eslavo se entremezclan tan estrechamente que la eliminación de
uno debilita al otro y viceversa. Critica la noción de "identidad" y
la contrasta con la noción de "complejidad", es decir, la complejidad
de lo "multinacional", es decir, la complejidad del espacio
geográfico en el que conviven y compiten grupos étnicos muy diferentes entre
sí. Sin embargo, se puede detectar en su discurso que el abandono de las
políticas culturales o el hecho de que se dejen de lado bajo el dictado de una
omnipresente "pan-economía" acabará por cristalizar una nueva
oposición binaria en la escena política de las democracias poscomunistas con,
por un lado, la primacía del origen (étnico), defendida por los nacionalistas y
antiguos artistas (comunistas de circunstancia) privados de sus subsidios
legítimos, y, por otro lado, el principio de rentabilidad, defendido por los
liberales y partidarios de la ideología del beneficio solamente.
Para mantener un europeísmo
cultural eficaz y sólido, que no implica ningún repliegue sobre sí mismo, Jiri
Grusa se propone desarrollar una política cultural paneuropea (gesamteuropäisch), capaz de ensombrecer,
encuadrar y limitar las políticas de los Estados nacionales, tratando de
recuperar sus antiguas influencias de preguerra (Goethe-Institut para Alemania, Institut
français, British Council, etc.). Como checo, espera colaborar con los
pequeños países que no cultivan ninguna intención "imperialista" en
Europa Central y Oriental, pero sobre todo, apuesta por una cultura libre de
los viejos reflejos racionalistas-autoritarios, que hacen que la hybris europea explote en todas las
direcciones, provoque los enfrentamientos de los siglos XIX y XX, sumiendo a
las sociedades occidentales en la anomia. Para promover esta cultura
continental -explica Jiri Grusa- debemos aprovechar al máximo los canales de
información y fomentar el intercambio de conocimientos, ideas y proyectos, sin
que ninguna de las partes implicadas en el diálogo haga el más mínimo intento
de convertir plenamente a sus interlocutores. Grusa aboga por el conocimiento
contra los intentos de convencer, de convertir. Los intelectuales o científicos
europeos que se reúnan deben ante todo tratar de perfeccionar las reglas del
juego en Europa y abstenerse de formular una ideología preconcebida que se
impondría a todos los europeos independientemente de su origen o lugar de
residencia. La defensa de la nueva cultura europea requiere una completa
reevaluación del principio de subsidiariedad. Es necesario crear en toda Europa
agencias de información eficaces que informen sobre los grandes temas de la
política real: geopolítica, ecología, pensamiento económico, derecho
(subsidiario), urbanismo, etc. Paralelamente a estos organismos, deben
intensificarse los intercambios entre los jóvenes europeos. Sólo una
comunicación de alto nivel entre estudiantes, profesores e investigadores
permitirá crear una cultura europea capaz de afrontar y gestionar sin
mutilaciones la extraordinaria diversidad de nuestro continente. El futuro de
Europa depende de ello.
Las ideas de Grusa corresponden
al proyecto que estoy llevando a cabo con Gilbert Sincyr, el profesor Fabio
Martelli, Anatolli M Ivanov, Mark Lüdders y muchos otros, bajo el nombre de
"Sinergias Europeas". Las defendemos sin ponerse necesariamente los
guantes de diplomático y oponiéndose a la corrección política, "diciendo
la verdad". Es decir, un idioma libre de un viejo defecto europeo, que ha
servido para camuflar la hybris que el diplomático checo Jiri Grusa denuncia
con razón: el eudemonismo.
Traducción: Carlos X. Blanco.
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